viernes, 24 de abril de 2015

SOPHIE CALLE- MODUS VIVENDI











El verde es hermoso, porque cada vez que me gusta algo, me dicen que es de color verde. La hierba, los árboles, las hojas, la naturaleza…Me gusta vestir de verde”*

Frase con la que describe un niño ciego de nacimiento lo que es para él la belleza.

Sophie Calle (Paris, 1953), es una artista conceptual francesa, cuyas obras se caracterizan por la utilización de la fotografía y el texto, y por ser muchas de ellas, autorreferenciales , autobiográficas y narrativas; donde su propia vida y sus momentos pasados y cotidianos se nos muestran, a partir de sus recuerdos, tamizados por el paso del tiempo.
Esos recuerdos y evocaciones, partiendo de la mirada, también son parte esencial de sus obras que hablan de “los otros”.

La primera obra con la que nos encontramos es “Les Auvuegles” (los ciegos), 1986, y, con ella, comienza la primera parte de la exposición centrada en este tema de la mirada, la ausencia de ésta, los recuerdos y evocaciones que provocan, y en la búsqueda del significado de belleza que Sophie Calle ha trabajado desde los años 80. La segunda parte hace referencia a las obras que hablan de ella misma, las Autobiografías (1988-2013) o Cuídese Mucho, 2007.

Nos centraremos en esas obras que se basan en este tema de la ausencia de la visión o que tienen relación con la primera vez que vemos algo o de lo que recordamos de algo que ya no está presente.
Les Aubeugles consta de dieciséis obras que combinan, cada una de ellas, fotografía y texto, todas enmarcadas de la misma manera, sencilla y neutra, y Sophie Calle, mediante un texto en la parte superior de la sala, nos explica, en primera persona, que conoció a personas que habían nacido ciegas, que nunca habían podido ver y que les preguntó cual era para ellos su imagen de la belleza.

Vemos en sus proyectos un retrato de la persona, el texto donde describe con palabras lo que para él o ella debe de ser la belleza, y para acabar, una o varias imágenes de eso que han descrito como bello.






Muchas de esas interpretaciones o ilusiones, íntimas y personales, provienen de lo que estas personas presienten, a partir de lo que les cuentan en su entorno o a partir de sus experiencias vividas; algunas son abstractas y otras, más materiales y concretas, y sorprende de una manera turbadora y conmovedora, como estas personas describen esos lugares, personas, objetos, animales, colores que nunca han podido ver, de una manera natural y franca. Empiezan sus frases por Vi a…, lo más bello que he visto…., provocando en el espectador, en mí, en este caso, un profundo estado de perplejidad.
La ceguera, una incapacidad de poder percibir un concepto tan abstracto como es la “belleza”, que para unos u otros puede ser totalmente diferente, al igual que puede ser, también diferente, para los que tenemos la capacidad de ver.

La serie acaba con la fotografía y el texto, sin imagen de belleza, de alguien que dice “De la belleza he hecho mi duelo. No necesito belleza; no tengo ninguna necesidad de imágenes en el cerebro. Como no puedo apreciar la belleza, siempre he huido de ella”. Esta fotografía, colocada expresamente por la artista como colofón de la serie, parece querer provocar en el espectador una desazón y un vacío.

Este estado de ánimo continúa con la serie “La última Imagen”, 2010, con doce obras, donde la artista , mediante un formato muy similar, nos explica que en Estambul conoció a personas ciegas que, en su mayor parte, habían perdido la vista súbitamente y les pidió que le describieran lo que habían visto por última vez.
Estas personas nos cuentan ese instante trascendental de sus vidas; muchos son momentos de violencia, como el taxista, Ciego del Revolver, obra que encontramos como la primera, que nos explica como, en un incidente de tráfico, otro conductor le pegó un tiro y que lo último que recuerda es la mirada fría y vacía de esa persona, habiendo olvidado la de su mujer y de sus hijos.
Las otras personas nos hablan de absurdos accidentes del destino, de errores médicos, o de una degradación inconsciente y de pronto súbita como los causantes de su ceguera.
A medida que observaba esta serie no he podido dejar de pensar en la obra de José Saramago, “Ensayo sobre la ceguera” donde una inexplicable plaga de ceguera, repentinamente, se expande por una ciudad no identificada, haciendo un símil con la ceguera de la sociedad contemporánea, egoísta e individualista, frente a la realidad del mundo en que vivimos.

Después de estas obras pasamos a una sala a oscuras, donde una proyección multicanal de 4 vídeos, una en cada pared, “Ver el Mar”, 2011, nos muestra el momento que cuatro personas de Estambul, que nunca habían visto el mar, aún viviendo a pocos pasos de él, lo ven por primera vez.
 Aparecen de espaldas a la cámara, un largo rato observando el horizonte, y en un momento determinado , se giran y miran al objetivo que hace un zoom de acercamiento, provocando en el espectador, un paralelismo entre la mirada triste, profunda y emocionada de esa persona con el horizonte de un día también triste y nostálgico.

Las últimas series, “Last Seen”, 1991 y “¿Que ven?”, 2013 ya no nos hablan de personas que han perdido la vista, y de sus recuerdos, o de los que ven algo por primera vez, sino de aquello que ya no podemos ver y de lo que recordamos de ello.
El 18 de marzo de 1990, seis lienzos de Rembrandt, Manet, Flinck y Vermer, y algunas obras menores más, fueron robadas del Museo Isabella Stewart Gardner de Boston. En la primera obra, la artista pidió a los conservadores, vigilantes y otros empleados del museo, que le describieran los objetos desaparecidos y, en la segunda obra, pidió, a los mismos y a visitantes, que describieran lo que veían dentro de los marcos vacíos de esas obras, que se conservaban en el mismo lugar de origen, reclamando, en el primer caso, un esfuerzo de memoria y, en el siguiente, un ejercicio de imaginación y evocación.


Muy influenciada por los Oulipo, la obra conceptual de Sophie Calle se caracteriza porque, para sus proyectos, pide la colaboración de otras personas para ponerlos en práctica.
Así lo vemos en sus primeros trabajos donde encargaba a alguien un cometido, como en el caso del proyecto donde su madre debía contratar a un detective para que la siguiera por Paris y documentara todo lo que realizaba durante el día. En otros casos pedía a personas que le proporcionaran “su sueño” invitando a desconocidos a dormir en su casa, o a interpretar el e-mail de ruptura de su ex amante. Mediante estos proyectos nos habla de esas pequeñas cosas cotidianas que conforman nuestra intimidad, y de cómo nosotros interferimos en la intimidad de los demás; de la vulnerabilidad humana y de los límites de la privacidad.


A partir de la mirada y su ausencia Sophie Calle ha seleccionado momentos de la vida de personas que han sido determinantes, definitivos y decisivos en sus existencias.
Los recuerdos, o las diferentes visiones de unos hechos, las diferentes formas de percibir la vida suponen, para la artista, el motor de su obra. Es el nexo de unión de todas ellas, incluso de las otras obras de la exposición, las más autorreferenciales, como las Autobiografías o Cuídese Mucho.
Mediante una puesta en escena estudiada, cuidada y poética en su simplicidad, busca emocionar y llegar al espectador, que se encuentra inmerso en una serie de obras intimistas, donde apela a éste, para que realice también un ejercicio de reflexión sobre su propia vida y existencia.
Sus obras también hablan de detalles insignificantes o cotidianos, que aunque puedan haber sido decisivos para algunos, los demás, quizás nosotros, los hemos ido pasando por encima sin ser conscientes de que el azar, o la buena estrella, son los que pueden llegar a decidir tu destino.
Con esa enorme variedad de situaciones, definiciones, particularidades que en sus obras se entrevén, quizás nos esté hablando de todas esos hechos que nos determinan y nos conforman como personas, con nuestras “propias circunstancias”, personales e intransferibles.

Juega con la paradoja de pedir a unos ciegos que describan algo que no han podido ver nunca , la belleza, algo inmaterial e intangible, casi imposible de poder realmente transmitir y describir, y por lo tanto sentir. Es realmente con lo que te encuentras en la primera obra y te golpea fuertemente. Y te deja perplejo y en cierta medida algo irritado e indignado, pensando, ¿como puede haber pedido este ejercicio casi cruel a unas personas que no han podido ver en toda su vida?.
Pero, al ver las respuestas de los participantes en la obra, piensas que, los que podemos ver, o que tenemos todos los sentidos intactos,  estamos inconscientemente sometidos  a prejuicios y a ideas predefinidas, que nos impiden ver que quizás, que la belleza es subjetiva, está en nosotros mismos y en las pequeñas cosas que conforman nuestras vidas.